Ahora que empieza el nuevo curso político y que se acercan las navidades, alguna persona tan hábil con las finanzas (ajenas) como poco ducho en el aspecto productivo de la tecnología ha decidido que sus Señorías, los di-puta-dos del Congreso, debían recibir un iPad 2 de regalo, algo fundamental para desarrollar su labor en aras de la memocracia.
Dicho y hecho. Ya me imagino la escena:
– Oye Señoría (¿se llamarán así entre ellos?), estaba pensando que por qué no nos regalamos un iPad 2, que se lo vi el otro día a un embajador y me he encaprichado de él.
– Hmmm… ¡buena idea! Con cargo a los gastos públicos, ¿verdad?
– Hombre, eso ni se pregunta.
– Pues estamos tardando. Y, de paso, podíamos regalarnos un teléfono iPhone de última generación.
– ¡Y también el ADSL de nuestras casas! Total, si la masa borrega, ejem… quiero decir «nuestros queridos votantes» lo van a entender. Nada, nada, hagámoslo.