La igualdad mal entendida puede ser algo terrible.
Una de las cosas que yo pensaba cuando tenía 20 añitos era que uno iba al colegio para desarrollar sus capacidades y poder dedicarte a lo que más te gustase.
Pero ya no pienso así.
Ahora creo que vamos al colegio para convertirnos todos en unos perfectos borregos. Muy parecidos todos entre sí, cuanto más mejor. Pero borregos. Es la igualdad mal entendida.
Si un niño de dos años es capaz de dar 50 toques de balón sin que caiga al suelo, todos estaríamos de acuerdo en que debería apuntarse a un club deportivo donde tendría oportunidad de explotar su habilidad.
Del mismo modo, si una niña que recién aprendió a andar, es capaz de hacer unas increíbles acrobacias gimnásticas, todos apoyaríamos que se le concediese una beca para desarrollo deportivo.
Sin embargo, si un niño (NOTA: no me sale de las narices ir diciendo niño/niña, todos/todas, ellos/ellas, llámame machista si te da la gana y revienta con tu corrección política, ignorante) destaca en cálculo matemático, o en física, o en aptitudes musicales… pues que se joda ese niño.
Hacer que un niño utilice su cerebro antes que los demás niños de su clase es discriminatorio. Todos iguales, todos mediocres.