En la cena de Nochevieja, en casa de mis padres, tuve una pequeña charla con una de mis hermanas. Ni siquiera llegó a charla, fueron sólo unas pocas palabras, pero (creo yo) tienen mucho trasfondo.
No sé quién puso en la televisión el reality «Gran Hermano» en su versión enésima. Supongo que sería alguno de mis sobrinos, que son pequeños y por tanto inconscientes. Aunque también podría ser cosa de mi madre, que tiene una inexplicable afinidad por Telecinco y su nutrido elenco de expertos, como Belén Esteban o Jorge Javier Vázquez.
Bueno, el caso es que pedí que alguien cambiara de canal porque (y aquí viene lo bueno del asunto) estaba aburrido de ver a tíos que iban con pintas de matones o de pringados y a tías con pinta de guarras. Mi hermana objetó:
– Ése es un comentario un poco machista, ¿no crees?
Interesante. Ella pasó por alto mi comentario ¿feminista? ¿reaccionario? ¿maleducado? sobre los tíos con pinta de matones o de pringados y, sin embargo, le afectó el comentario ¿machista? ¿reaccionario? ¿maleducado? que hice sobre ellas. Interesante.