Hoy me apetece contar algo que me pasó hace algún tiempo mientras esperaba en la cola del supermercado para pagar. Creo que ilustra bastante bien lo imbéciles que se pueden volver los padres/madres de una criatura. A mí me pareció algo bastante curioso. Ahí va…
Estaba yo esperando mi turno en una de las dos filas que se formaron para pagar en las cajas del supermercado de mi barrio. Delante de mí, una señora con un niño en un carrito. Un niño parecido al de esta foto, por cierto.
En la otra fila había otra señora con otro niño. Hasta ahí, todo normal.
Pero parece ser que las dos señoras eran vecinas, se conocían o algo así. Entonces la señora que iba delante de mí empezó uno de los diálogos más estúpidos que he visto en toda mi vida (y he visto y protagonizado muchos), que reproduzco a continuación:
Señora1: (dirigiéndose a su propio niño) ¡Anda, Samuel, mira qué sorpresa! ¿Has visto quién está en la otra fila? ¡Es Javier! Dile «Hola Javieeeer»…
Señora2: (dirigiéndose al suyo) Dile «Hola Samueeeel» (con musiquita en el tono, haciéndolo cursi-pastelón hasta el punto de necesitar un chute de insulina sólo por estar cerca)