A finales de los años 80 y durante los 90, me fijé en algo que me parecía muy curioso: ¿qué hacía un paleto en cuanto tenía dinero? Comprarse un Mercedes.
Ojo, no se compraba un coche. Se compraba un Mercedes. No te decían “te llevo en mi coche” sino “te llevo en mi Mercedes”.
Ese paleto, obviamente, no pretendía comprar un coche sino un estatus social, un escaparate que pudiese identificarlo de forma visible e inequívoca como perteneciente a un estrato social o económico muy bien situado.
Por ese motivo, durante muchos años, yo consideré a Mercedes como “la marca de los paletos que se quieren comprar un coche”. Hace años que eso ya ha cambiado y ahora, si quieres comprar un estatus, deberías comprar un Ferrari, un Porsche o (si tienes mejor gusto) un Aston Martin, por ejemplo.
Pues eso mismo, trasladado a la tecnología, lo encuentro hoy con la marca de la manzana mordida.