¿Y por qué de 10 en 10?


Aunque pueda parecerlo, no hace tanto tiempo que cada país, cada región, incluso cada ciudad de cierta importancia tenía su propia forma de medir las cosas, su propio sistema métrico.

En España hemos usado (quizá todavía se sigan usando en algunos lugares) medidas tan caprichosas como éstas que se recogen en el antiguo edificio del ayuntamiento de Salamon:

Si a eso añadimos que se entremezclaban conceptos como «volumen» y «peso» (en realidad, masa), nos encontrábamos con que una fanega (en Castilla) correspondía con 55,5 litros, por lo que una fanega de trigo pesaba algo muy distinto que una fanega de aceitunas, por ejemplo.  Y, por si fuese poco, cada población importante tenía diferencias con otras poblaciones.

Había que poner orden.  Aquí es donde entraron en juego nuestros vecinos franceses.

Luis XVI, poco antes de perder la cabeza por otro invento francés,  convocó a representantes de la corte francesa para tratar de solucionar un problema: la creación de un sistema métrico único para todo el reino de Francia.  Pero no se quedaron ahí.

En la antigüedad se tomaban medidas tales como «un codo» o «un pie» para medir determinadas distancias.  Pero… ¿qué tamaño debía tener ese pie o ese codo? ¿Quizá el tamaño del pie de una persona muy distinguida? ¿El tamaño del pie del rey?

Los nuevos ideales de la revolución francesa, bastante peleados con la realeza, exigieron buscar algo que no dependiese de una medida humana.  Buscaron algo casi imposible de conseguir, algo universal.  Y así fue como, tras unos esfuerzos enfermizos de los que poco podemos hacernos idea en nuestra sociedad actual, nació el sistema métrico decimal.

¿Tú sabías dónde estaba Dunkerque?

Podíamos olvidarnos de cuartillos, varas de alcalde, codos o celemines.  El sistema métrico decimal establecía que la medida exacta vendría determinada por potencias de diez de las nuevas unidades: el kilo, el metro y el litro.

En el informe presentado a la academia real de las ciencias de Francia en 1791, se sugirió que la unidad de longitud se llamara «metro», «medida» en griego, y que su longitud fuese una diezmillonésima parte de la longitud del meridiano, tomado desde el Ecuador hasta el polo Norte.  De esa longitud, tomaron una distancia real y mensurable: un arco de 9,5 grados, el que va desde Dunkerque hasta Barcelona.

Esa empresa supuso todo un reto para la ciencia de la época.  Se tardó nada menos que siete años en completar la tarea.

El 10 (precisamente) de diciembre de 1799, la asamblea de la república francesa aprobó un decreto en el que se establecían las nuevas unidades de longitud (metro) y de masa (el kilo).

Estas nuevas medidas se extendieron rápidamente por toda Europa gracias a su analogía con la numeración decimal.  Bueno, y también tuvo algo de culpa el que hubiese un señor francés bajito y con mala leche (no, no es Sarkozy 😉 ) que se dedicó a conquistar todo territorio que pisaba.

Hay que reconocer que la invención del sistema métrico decimal fue un gran tanto a favor de Francia.   Así que, animados por el éxito, trataron de llevar su «revolución métrica» a otro terreno: el del tiempo.

Aquí un reloj decimal, con sus equivalencias al reloj clásico de 24 horas

¿Por qué debía tener 24 horas un día? ¿Y por qué debía tener 60 minutos cada hora? Eso no era lógico, recordaba a los «tiempos antiguos», antes de la revolución.  Había que cambiarlo.  Había que conseguir un horario íntegramente decimal, con días en conjuntos de 10 horas; con horas en conjuntos de 10 minutos; con minutos en conjuntos de 10 segundos.

Y así fue como surgió el concepto de «horario decimal», que podemos encontrar en algunos relojes de museos parisinos y que vemos aquí a la derecha junto con su equivalencia con el horario de 24 horas.

Pero algo se les pasó por alto a los franceses en esta ocasión: no era lo mismo cambiar las costumbres que… ¡cambiar los relojes!

Imaginemos centenares, miles, quizá millones de relojes repartidos por cualquier lugar.  No sólo relojes de muñeca, sino relojes de pared, relojes de campanarios de iglesias, relojes de edificios públicos… ya no se trataba de una cuestión práctica o lógica, ya era una cuestión económica. Cambiar todo eso era extraordinariamente caro.

Así que seguramente eso, los costes de sustitución del material, son los responsables de que hoy sigamos midiendo los días, las horas y los minutos del modo en que lo llevamos haciendo durante tantos siglos.

Y es que hay cosas que ni siquiera la revolución francesa pudo cambiar.  E-e-e-e-eso es todo, amigos.

Enlaces: lavozdesalamon.

11 pensamientos en “¿Y por qué de 10 en 10?

  1. Ahora se define el metro como 1650763,73 veces la longitud de onda de la radiación correspondiente a la transición entre dos niveles del 86Kr.
    Es mucho más precisa y, por supuesto, universal.

    • Cierto, ahora sí que es universal. ¡¡Aunque sólo la entendáis los cuatro frikis de turno!! :mrgreen:

      P.D.- No sabes cuánto me alegro de que sinwindows vuelva a estar activo. Y me alegro también de que haya nuevas incorporaciones a la plantilla. Nos vemos en Matrix 😀

  2. Los paises siempre han tenido sus sistemas de medir como algo patrio. No os podeis hacer una idea lo feliz que me hizo la noticia de que la Unión Europea obligaba al Reino Unido a usar el sistema métrico para pesos y volúmenes… Si les hubieran quitado las millas ya me hubiera tronchado del todo 🙂
    Aún así, cada vez que quiera saborear una buena Guinness no pediré un tercio sino una pinta.

Quita un poco de mierda de tu cabeza y dime algo: