Puentes

Puede parecer estúpido (y quizás lo sea) pero si hay algo que me parece difícil-difícil-dificilísimo es hacer un puente.

Cuando salgo de viaje a cualquier sitio, siempre me quedo boquiabierto mirando algún puente.  Los veo como obras de arte de la ingeniería, una obra de arte que demuestra su validez día a día independientemente del gusto de los «espectadores», a salvo de gustos y de modas: si el puente resiste, su valor es indudable.

Aquí el puente Rafael Urdaneta. Tiene el juego de luces más grande de toda latinoamérica y el tercero más grande de todo el mundo.

Los puentes romanos son fabulosos.  Tienen un encanto especial, eso no lo puede negar nadie.  Y los hay históricos, como el puente de Ronda, en Málaga, que tenía una cárcel en su parte central de la que no debía ser nada fácil escaparse si pensamos que hay más de 100 metros de caída hasta el suelo.

¿No es una preciosidad? (clic para ampliar)

Puente Juscelino Kubitschek. en Brasilia

Los puentes pueden llegar a ser auténticas obras de arte y de ingeniería al mismo tiempo.  Pocas obras pueden decir lo mismo.  Pero nadie puede negarlo viendo el puente Juscelino Kubitschek de Brasil.

Si algún día viajo a Brasilia, seguramente me lo pasaría mejor paseando por el puente JK que visitando los bares de la zona.  Al final… ¿va a ser verdad que soy un friki?

Puente de Carlos IV, en Praga

Los puentes no sólo sirven para que pasen los coches.  Hay algunos que sólo se usan por personas, haciendo más agradable su paseo sin perder el punto práctico que todo puente tiene: comunicar dos partes de una misma zona para hacerlas más accesibles.

Cuando estuve en Praga, pude ver en persona la cantidad de vida que había en ese puente de la derecha, el puente de Carlos IV.  A pesar de que era invierno y hacía unos agradables diez grados bajo cero, estaba llenito de gente paseando y pequeños puestos ambulantes, además de las estatuas que lo  bordean, que podrían estar perfectamente en un museo.

Dado que ese puente se comenzó a construir en 1357, mucho antes del descubrimiento de América, pasear por él es todo un privilegio.

Pero los puentes no necesitan historia ni diseños espectaculares para ser increíbles.  Lo que sí necesitan es un sólido fondo de ingeniería ya que, de no tenerlo, el tiempo se encargaría de hundirlos. 

Es el caso del puente del Rio Aguarico. Si tengo la suerte de visitar la provincia de Sucumbíos, en Ecuador, me encantaría poder pasear por ese puente.  Modesto, peatonal, construido con materiales que fueron desechados por la industria petrolera de la zona, con una longitud de 264 metros… ¿acaso no es precioso?

Hay algunos arquitectos que se inspiran creando puentes magníficos.  Por ejemplo, se nota la mano del genial Santiago Calatrava en estas dos obras, una en Sevilla y la otra en Buenos Aires. 

Puente del Alamillo, en Sevilla

Puente de la mujer, en Buenos Aires

Y para el final, pero no el peor, tenemos el espectacular y no apto para gente con vértigo (como yo 😕 ) puente de Langkawi.  Toda la estructura del puente cuelga de un único punto central del que salen los cables.  Ligero, sin hormigón salvo en los cimientos y con un diseño muy arriesgado.   A disfrutar con las vistas

Fuentes: Wikipedia01, Wikipedia02, Wikipedia03, Wikipedia04, Wikipedia05, Wikipedia06, langkawi-beaches.com.